De la unión de Alberto Montero y Gonzalo Fuster (El Ser Humano) surge este bonito proyecto bautizado con el modesto nombre de Algo, que se presenta en sociedad en base a un conjunto de once canciones sentidas y emocionantes. El dúo debuta así con “Algo”, un disco homónimo conmovedor y de generoso calado en el que un buen gusto genérico y el trazo fino de sus autores deriva en canciones dotadas con especial sensibilidad y perfil encantador.

Son gemas rematadas sin tapujos con arreglos clásicos (esos seductores violines) y bien medidos, que engalanan esa alma de por sí valiosa en destacados como la filosófica “Saber caer”, “Nostalgia” o la espléndida “Confesión y Egresión”. También brilla el aspecto vintage de una “Amiga” deudora de Brian Wilson, la épica “Amanecer de enero” (con ecos a Neil Hannon), “Desaparecer”, o las exquisiteces vocales y el más puro estilo McCartney de “Dios”. Un álbum (adornado además con preciosa portada) guiado en todo momento por un marcado corte melódico, capaz de sustentar la desprejuiciada interpretación de los autores (con referencias a Nino Bravo, Los Brincos o incluso Camilo Sesto) hasta rematar una ópera prima erguida con el orgullo del que confía en su talento y no tiene nada que perder.

Con el poliédrico universo Beatle siempre en la retina, Montero y Fuster dan su particular visión del pop convenientemente rematado por un nada desdeñable ramalazo folk. Una interpretación del género ambiciosa y algo barroca, siempre elegante e insinuante, en lo que no es sino la magia derivada de esa química latente entre los valencianos. “Algo” es, en definitiva, un canto de amor a la propia música, a las canciones bonitas y bien hechas, y al poder sanador del arte. Ni más, ni menos.

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